Pelicula:

Definitivamente, Jessica Hausner está creciendo (y de que forma…) como directora. Le conocíamos Hotel (2004), lamentable muestra de cine entre el terror y el existencialismo, y Lourdes (2009), donde daba un paso importante en su concepción del cine y en la creación de un estilo propio. Amour fou es otro paso, en este caso de gigante, pues ha afinado su peculiar formulación cinematográfica hasta hacerla rozar la excelencia.

Prusia, 1811. En los salones de la aristocracia que le veía las orejas al lobo de las reformas democráticas que llegaban desde la convulsa Francia, el escritor Heinrich von Kleist, autor de obras como La marquesa de O y El principe de Homburg, confiesa a frau Vogel que desea morir con ella, ya que esta harto de la vida y ello le haría muy feliz. La mujer, típica esposa de la época, que llega a decir en un momento dado que es “propiedad de su esposo”, rechaza tal ofrecimiento, aunque en su fuero interno hay algo que la remueve: la lectura de La marquesa de O, donde la mujer que ama a un hombre deberá decidir si su amor prevalece sobre el ultraje de haber sido violada por él mientras estaba inconsciente, le hace ver que hay cosas que en principio serían moralmente rechazables, pero que podrían ser sin embargo secretamente deseables. La aparición de una enfermedad al parecer letal en la mujer, sin embargo, la hará cambiar de opinión, pero entonces será el escritor, que se mueve entre ella y otra a la que realmente ama (aunque no sea más que para morir con ella), el que rehúsa, en principio, llevar a cabo el suicidio de ambos.

Amour fou resulta ser entonces una esquinada revisión de los tópicos del movimiento romántico, donde el amor y, sobre todo la muerte (tal vez como vestíbulo de la inmortalidad), se consideraron el súmmum de la felicidad. Hausner plantea su historia con su habitual tendencia al hieratismo, como si fuera una versión femenina y mas sureña del finés Aki Kaurismäki; es, desde luego, un hieratismo que tan bien conviene a la historia, planteada en una sociedad inmovilista, acartonada, a la que le quedaba poco tiempo para ser dinamitada por las nuevas ideas de los ilustrados franceses. Con evidentes influencias de la pintura de Vermeer, con la criada como permanente convidada de piedra en gran parte de las escenas, como un mueble más, resaltando con ello la iniquidad de una aristocracia que solo cedió, y a regañadientes, parte de sus poderes cuando no tuvo más remedio, Amour fou es, también, el reflejo de una clase social, la nobleza, que se retrata a sí misma en sus conversaciones de sobremesa: probablemente no haya una mayor descalificación hacia esa canalla que la que sale de su propia boca, esos disparates que los califican como lo que fueron, una entidad parásita que se benefició durante siglos del trabajo esclavizante de los demás.

No es, con todo, Amour fou, un filme social. Su tema real es la capacidad de decidir, o de no decidir, porque al final ese será el problema de la protagonista, de la misma forma en que no tenía capacidad decisoria en su vida cotidiana, al lado de su marido.

Filme extraño, busca su público entre cinéfilos abiertos a propuestas sutiles como ésta. Allá por los años setenta, mi amigo y maestro Rafael Utrera, sobre la visión en una sala de cine de la película Zardoz, de John Boorman, escribía: “el taquillero dirá, nadie pase sin ver al portero; éste dirá, nadie pase sin saber filosofía”. Sobre esta Amour fou, me atrevo a parafrasearlo: aquí el portero diría, “nadie pase con palomitas y refresco...”.

En la tumba de Heinrich von Kleist se puede leer: “Ahora, ¡oh, inmortalidad!, eres toda mía”, uno de los versos de su obra El príncipe de Homburg. Aunque la peripecia en detalle que se nos cuenta sea una versión libérrima de la muerte de estos dos seres humanos, persiste la sensación de que aquel romántico irredento era, además de febril romántico, un varón de su tiempo: vale decir aquél que no concibe su felicidad si no es el estricto cumplimiento de su deseo, cualquiera que éste sea y con las consecuencias (nefastas, en el caso de frau Vogel) que pueda provocar. Qué fácil, y qué execrable, es ser romántico así, no te jode...


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96'

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Amour fou - by , Nov 28, 2014
4 / 5 stars
Ahora, oh, inmortalidad, eres toda mía