Bulworth

De talante progresista, Warren Beatty no pasaría en España de ser, pongamos por caso, un Ciprià Ciscar (con independencia de las evidentes diferencias físicas...). Pero en Estados Unidos es lo más parecido a un rojo que tienen, y a este paso lo van a incluir entre las especies en peligro de extinción. El caso es que Beatty vuelve a tocar un tema peliagudo para Hollywood: ahí es nada, un senador que, al borde del hundimiento político, contrata ("de favor") un seguro de vida multimillonario y al mismo tiempo un asesino que lo mate; llegado a esta tesitura en la que le da igual ocho que ochenta, el político felón encontrará un nuevo atractivo en decir, simple y llanamente, lo que piensa.

El tema de Bulworth es la mentira como arma política, el descreimiento de la gente en la clase ídem y, en definitiva, postula la verdad como única forma de vencer y, sobre todo, convencer, al ciudadano y, finalmente, transformar la sociedad. Trufado con una historia de amor (estando de por medio "las yemas de los dedos" de Beatty, como diría Woody Allen, sería imposible que no la hubiera...), en este caso con "partenaire" algo peculiar, el film vale lo que su corrosiva puesta en escena de ese gigantesco tinglado de intereses que supone la alta política yanqui (y de otros países...).

Lástima que Beatty, como director, no esté dotado para la sutileza y con frecuencia recurra al chafarrinón antes que a la acidez. Lástima, también, que los productores no hayan recurrido a otro actor que no sea el propio Beatty, un divo rojo cuya cara está ya tan estirada de tanto "lifting" que transmite menos que un móvil sin batería.

(14-10-2003)