Qué verdad es que hogaño el talento en el audiovisual USA, aparte de en las series televisivas de referencia (desde Juego de tronos a Mad Men, desde Homeland a Boardwalk Empire, entre otras muchas), está en el cine independiente. Ves esta Coherence, y te admiras de lo bien armada que está, de la curiosísima idea de partida y de su complicada plasmación, a pesar de lo cual se sigue con (relativa) facilidad, aunque tiene su miga.
Un cometa está pasando sobre la Tierra. La distancia que le separa del planeta es considerable para que pueda existir riesgo de colisión, pero los científicos, secretamente, temen que pase lo suficientemente cerca para que pueda influir poderosamente sobre la realidad de los terrícolas. En una casa de clase media-alta se reúnen cuatro parejas de amigos. Entre ellos ha habido en el pasado algunas relaciones sexuales (conocidas o secretas) al margen de sus actuales parejas, pero todos, como personas civilizadas, obvian esos temas y se prestan a pasar una velada agradable entre comida, bebida y risas. Pero algo empieza a ir mal cuando las comunicaciones por móvil y ordenador se interrumpen, las pantallas de los “smartphones” estallan, y alguien parece haber golpeado en la puerta, aunque cuando salen no ven a nadie en el exterior. Uno de ellos les dice a los otros que su hermano científico le advirtió que, si empezaban a ocurrir cosas raras, lo llamara sin falta…
Coherence tiene una virtud que, a la vez, se convierte en su problema. Su virtud es su rareza, su extraordinaria apuesta por escindir la realidad tantas veces como se quiera (esto es complicado de explicar sin caer en los “spoilers”), facilitando la posible intersección entre distintas versiones de unas mismas personas. Claro que esa misma posibilidad hace que la acción se torne cada vez más compleja y la propia salida al embrollo en el que se ha metido el director le hace dar un giro final que, ciertamente, resulta más que curioso, propiciando un último plano que está entre los mejores que hemos visto en los últimos tiempos: hacer de la necesidad virtud, podría llamarse la figura…
El filme está rodado cámara en mano, recurso que en este caso se antoja de lo más conveniente: se trata de dar las peripecias de este grupo humano (y los otros…) con el mayor verismo posible, y la cámara en mano facilita ese objetivo, lejos del impostado exhibicionismo de los de la vaina de Dogma’95, afortunadamente sepultados por el tiempo y su propia inanidad. James Ward Byrkit se estrena en la dirección de largometrajes con buen tino: hasta ahora había estado a la sombra de Gore Verbinski, para el que había realizado algunas tareas en filmes suyos como la saga de Piratas del Caribe y para el filme de animación Rango. Ahora vuela solo, y desde luego muestra una notable capacidad para fabular y para jugar con sus personajes; es cierto que a veces algunas de sus reacciones no son verosímiles, pero también que, teniendo en cuenta la insospechada situación a la que se ven abocados, quién sabe cómo se reacciona en un caso similar.
Película sin duda interesante, rodada con escasos medios, una única localización (la vivienda donde suceden los hechos, y sus alrededores) y un grupito de intérpretes manifiestamente desconocidos pero que funcionan a la perfección, Coherence resulta ser una propuesta extraña pero sin duda apreciable, una incursión loable en una ciencia ficción de andar por casa (nunca mejor dicho…), que juega con seres humanos puestos en una tesitura extrema, como si el director, también guionista, hiciera las funciones de entomólogo que estudia las reacciones de sus cobayas ante determinadas crisis. Pero todo ello está dado con buen tono, con creciente tensión como de thriller, que utiliza sus insuficiencias económicas en su propio beneficio.
El resultado es una película difícil pero no incomprensible, que exige una postura activa por parte del espectador, y que juega con elementos como los universos paralelos, la física cuántica, la escisión de las realidades hasta llegar al infinito y las situaciones especulares. Como diría aquel personaje de la prensa rosa: raro, raro, raro…
89'