Pelicula: Oscar a la mejor película en habla no inglesa del 2008, “Despedidas” se estrena en España avalada además por diez premios de la Academia Cinematográfica Japonesa. Pero no se engañen, no es Kurosawa. Quizás el éxito de esta película se deba a su buena factura y al tono agridulce con el que se trata un tema tan espinoso como la muerte, en el que no faltan ni los toques del inevitable, y a veces hasta socarrón, humor negro, ni tampoco cierta pretensión de trascendencia muy del gusto del público mayoritario, que vuelve a casa con una sonrisa pero también saboreando “el mensaje” (a ser posible de fácil digestión, nadie quiere ser Schopenhauer). Daigo Kobayashi regresa a la ciudad donde creció, tras ser despedido de la orquesta en la que trabajaba como violonchelista. Un equívoco anuncio en prensa o quizás “el destino”, como dice el dueño de la funeraria, le lleva a trabajar como amortajador, una profesión que en Japón conlleva un mayor estigma, si cabe, que en occidente, puesto que tradicionalmente el budismo y el sintoísmo han considerado de casta inferior (burakumin) a la gente con oficios relacionados con la muerte. Nuestro protagonista, que se aflige por el pulpo, inconvenientemente vivo, que agoniza en el suelo de su cocina y al que deposita después en el mar, con inútiles pretensiones de resurrección (en lugar de prepararlo a la gallega y comérselo junto a su santa esposa), inicia un camino de aprendizaje para enfrentarse con la muerte y también con la vida. Poco a poco, Kobayashi se hará diestro en los exquisitos rituales del amortajamiento (realizado en la tradición nipona delante de los familiares) al tiempo que descubrirá la dignidad de la muerte y de su profesión, de la que deja de avergonzarse, y a través de la cual se reconcilia con su pasado, amortajando finalmente al padre que le abandonó cuando era niño. De fondo, un discurso muy japonés de resignación y sumisión al “destino” o al lugar que a cada uno le corresponde (ese músico que acaba conformándose con tocar el chelo en medio de carreteras nevadas, entre finado y finado, en unas escenas un tanto videoclipescas, metidas con calzador en medio de la trama) y también a la familia, como célula básica de la sociedad. A pesar de algunos toques cómicos hilvanados a lo largo de toda la película, el sentimentalismo (por otro lado muy del gusto japonés) es excesivo, especialmente en esa exaltación de los valores familiares que culmina en la escena final en la que una “piedra-carta” presa en la agarrotada mano del padre muerto del protagonista, lo redime treinta años después y pasa a ser entregada simbólicamente al futuro hijo que acoge en sus entrañas su insoportable esposa. En fin, que el chico parado encuentra un empleo con su nómina a final de mes (no muy popular pero seguro: todos acabamos siendo clientes de ese negocio) y se deja de fantasías musicales; hace las paces con su padre, aunque sea ya de cuerpo presente, y hasta le acaba cogiendo el gustillo a eso de vestir y maquillar difuntos. Y todo aderezado con ciertas dosis de humor para disimular un mensaje conservador que convierte a un resignado en un hombre feliz, muy japonés, pero también muy del gusto de Hollywood (ahora nos explicamos lo del oscar, ¿no?).
Sin embargo sí que habría que señalar a su favor, la delicadeza con la que trata el tema de la muerte, presentándola como un acontecimiento cotidiano y dignificando también el incómodo trámite del hecho fisiológico a través de un ritual de amortajamiento casi coreografiado, con el que se despide respetuosamente al fallecido. Es irónico que un director procedente del cine erótico demuestre tal sutileza y pulcritud, y hasta incluso cierta poesía, al mostrar esos cuerpos ya sin vida, sin caer en la escatología, cuando en su filmografía destacan títulos como “El culo de Rumiko”, “Violación sucesiva” o “Inspeccionando tu ropa interior”. Sin duda alguna, Yojiro Takita también ha encontrado su redención.
Por lo demás, una eficaz banda sonora por parte del compositor habitual de Hayao Miyazaki, Joe Hisaishi, una interpretación impecable (excepto por la chirriante señora Kobayashi, que debía haber sido la primera en morir) y una apreciable fotografía con hermosos paisajes nevados muy acordes con la temperatura a la que suelen estar las salas en estas fechas estivales (Aviso: no olviden la bufanda y el forro polar cuando vayan al cine).
Quizás convenza a los que no hayan visto la magnífica serie “A dos metros bajo tierra” pero a sus seguidores, familiarizados ya con las miserias de la otra vida, y las de esta, les parecerá una versión simplona y edulcorada, aunque también por eso, quizás, más cómoda de ver. Pero no se engañen, morir nos vamos a morir todos y probablemente no nos traten tan bien como Kobayashi a sus difuntos. El pobre.

Dirigida por

Género

Nacionalidad

Duración

130'

Año de producción

Despedidas - by , Jul 09, 2009
2 / 5 stars
A dos metros bajo tierra