Tras conseguir una de sus obras maestras, Rocco y sus hermanos (1960), y participar en el film de episodios Boccaccio 70 (1962), Luchino Visconti, a la sazón duque de Lonate Pozzolo, pone en escena uno de sus films más carismáticos, El gatopardo (1963). Ambientada en la turbulenta Italia de mediados del siglo XIX, en los años de la unificación de Garibaldi, narra la historia del príncipe de Salina, un noble que contempla el derrumbamiento de una época y el nacimiento de otra etapa totalmente distinta. Se acuña entonces el aforismo "ha de cambiar todo para que nada cambie", tan utilizado desde entonces por columnistas y politólogos.
Basada en la novela homónima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, quien veladamente biografía a su bisabuelo el príncipe de Lampedusa en el personaje central, El gatopardo supone un eslabón más en la configuración de Visconti como el cronista por antonomasia de la decadencia, el elegante notario de la muerte de una clase social, la aristocracia, y la llegada de una era nueva, con la eclosión de la burguesía como nueva clase dominante.
Es cierto que el tiempo no ha sido clemente con este en otra época incontestable film, y que hoy puede resultar, sobre todo a ojos de la gente joven, un tanto falto de gancho y algo aburrido, aunque parece evidente que tiene el ritmo adecuado para el clásico que es.
La película contó con un trío de lujo al frente del reparto: un Burt Lancaster ya maduro, como el elegantísimo príncipe de Salina, un Alain Delon aerodinámico, en el mejor momento de su carrera, como su sobrino Tancredi, y una Claudia Cardinale turbadora como Angelica, la bellísima hija del "parvenu" don Calogero Sedara.
Estremecedora belleza de la música de Nino Rota, todo un clásico de la banda sonora.
(09-09-2004)
197'