Pelicula: El drama de Palestina, el pueblo sin estado (bueno, con una cosa llamada Autoridad Nacional Palestina, que no es ni autonomía ni estado propiamente dicho) provoca, por lo general, simpatía en Occidente, lo que ayuda a que desde Europa, sobre todo, se ayude económicamente a este lacerado pueblo. Otra cosa es que la forma de lucha de algunas de sus organizaciones, mediante atentados terroristas, no concite ni mucho menos tantas adhesiones (afortunadamente: lo contrario sería admitir que el ser humano es Stalin, o Hitler, o algún otro cabrón semejante).

De todos modos, hay un camino que podría transitarse entre ambas opciones, la compasiva y solidaria, por un lado, y la activista, por el otro, que es el que recorre la protagonista de esta por lo demás interesante película, Inch'Allah, una coproducción franco-canadiense, tan alejada de sus habituales escenarios de países opulentos, enfangados aquí en una de las regiones más fustigadas del mundo actual, esa Palestina que aún busca su destino, pero cuyo día a día parece girar indefectiblemente sobre el odio a todo lo israelí. Una doctora, ginecóloga por más señas, que presta sus servicios como cooperante en un campo de refugiados de Ramala, comprobará de primera mano las injusticias que la situación israelo-palestina provoca; su posición, que pretende neutral, relacionándose (a todos los niveles: amistosos, sexuales) con los dos contendientes que dicen no serlo, se tambaleará cuando el eslabón más débil se rompa por la intransigencia de una guerra no declarada, pero que tiene todas sus terribles connotaciones.

Ese síndrome de Estocolmo al que la protagonista se someterá, sin quererlo ni tampoco pretender evitarlo, será el eje sobre el que pivotará toda la historia, si bien hasta entonces la narración avanza haciéndonos conocer sus pacientes, sus amigos, o los que pretenden serlo, su única amiga judía, a la vez militar, su esporádico novio palestino, pero también los soterrados desprecios de aquellos a los que ayuda pero que no entienden que no todo es “conmigo o contra mí”.

Película irregular en su narración, al que le sobra probablemente un cuarto de hora, sin el que la historia sería más ligera y contaría lo mismo, además de aligerarla de follaje que nada aporta, nos quedamos con la sincera honestidad de este trabajo que juega con la capacidad del ser humano para transmutar, emoción mediante, su cabal sentido de la justicia hacia otro que, sin ser antitético al primigenio, sí que supone un paso cualitativo, e incluso cuantitativo, hacia la extensión del horror; hablando en plata: no se puede salvar a las víctimas provocando otras víctimas; menos aún cuando con ello los papeles de verdugo y víctima se fundirán en una última y horrísona escena, en el muy creativo plano de la fotocopiadora: ese cartel que sale, uno tras otro, repitiéndose, repitiéndose, repitiéndose...

La directora, la candiense quebequés Anaïs Barbeau-Lavalette, con experiencia en diversos campos del cine (guión, fotografía, producción, dirección), hace un trabajo laborioso, jugando con esta vidriosa trama que está fundamentalmente en el corazón de la protagonista. Utiliza un estilo casi documentalista, con una fotografía que huye del preciosismo para acercarse a los colores terrosos de la zona, con un tono realista que sólo se pierde en la escena en la que el pequeño palestino de cinco años, con su astrosa vestimenta de Supermán, consigue atravesar milagrosamente con una piedrecita el robusto muro de hormigón armado que separa la zona palestina de la israelí, para atisbar, por el mínimo agujero abierto, un mundo en el que hay un árbol grande, y a su lado uno pequeño, tal vez una parábola sobre la libertad que, me temo, no llegará tan fácilmente.

Historia circular, que empieza donde termina, Inch'Allah es una voluntariosa y por ello más estimable muestra del cine occidental que se fija en la tormentosa existencia de otras culturas sojuzgadas. No sé si con ello se calmarán nuestras conciencias: en cualquier caso, bueno es que exista este cine y que nos recuerde que el llamado Séptimo Arte, además de para comer palomitas o para sesudas divagaciones sobre el ser humano (entre otras posibilidades), también sirve para mirar hacia realidades obscenamente violentas, indecentemente injustas: no es cine revolucionario (esa vaina parece que se confirmó hace tiempo que no revolucionaba nada), pero al menos sí hace un estimable papel de Pepito Grillo; malos tiempos estos en los que nos conformamos con ser un grillo verde con levita y sombrero de copa, dando la tabarra al Pinocho de turno...

Género

Nacionalidad

Duración

102'

Año de producción

Trailer

Inch'Allah - by , Jun 16, 2013
3 / 5 stars
Palestina, capital Estocolmo