Pelicula:

Definitivamente, Jonathan Demme desconcierta: alcanzó su cima con El silencio de los corderos, por la que pasará a la Historia del Cine; tuvo interés en Algo salvaje; y… poco más. Sus últimas películas comerciales, La verdad sobre Charlie y El mensajero del miedo, sendas revisitaciones de clásicos incontestables, se han saldado con patinazos de cuidado. Su nuevo filme, este La boda de Rachel, entra de lleno en algunos de los escenarios típicos y tópicos del drama: el reencuentro familiar (con pariente aguafiestas), el bodorrio o himeneo, con sus cuitas, y la “reconciliaçao” (lo digo a la portuguesa porque suena más aterciopelado que el reciamente español “reconciliación”) de los hermanos enemistados.


El eje sobre el que gira la nueva cinta de Demme es la hermana pequeña de un clan de nivel medio-alto en la América urbana, cuando aparece en la boda de la hermana mayor con un varón hawaiano y negro. Pronto nos enteramos de que la benjamina está torturada por un grave accidente ocurrido en su adolescencia, del que se siente responsable, lo que la ha sumido en una vida de drogodependiente (de pastillas: aquí no hablamos de droguetas pobretes; todavía hay clases…); como era de esperar, una chica cuyo mundo gira en torno a su culpa no es precisamente la mejor de las compañías para un día de boda, y pronto tanto escrutinio a su propio ombligo hace que salten chispas a su alrededor, a cuenta de la indisimulada inquina de su hermana mayor, doña Perfecta, o del histérico proteccionismo de su padre, Papá Ganso, o la calculada distancia que le muestra su madre, Doña Desprendida.


Pero parecería que no hay una mano maestra que guíe este dramón (debido, por cierto, a la mano no precisamente genial de la hija de Sidney Lumet, Janet); lo que parece inicialmente el típico producto de choque familiar en un contexto de fiesta da paso en la última media hora a una boda que enteramente parece montada por aquellos alegres botarates de Viva la Gente, con el patrocinio de Pronovias: todos son buenísimos, las dos familias parecen haber estado esperando toda la vida para encontrarse en ese momento, qué encanto… Entonces hasta la mosca cojonera de la hermana pequeña se recicla y se comporta como es debido: qué buenos somos, qué majos… Así las cosas, ni es una de confrontación de parientes, ni es una enmelada boda al uso, ni es casi nada.


Además, a pesar de que Demme se ha pavoneado de haber rodado prácticamente sin ensayar y haciendo sólo una toma de cada plano (lo que resulta difícil de creer…), el resultado es de lo más artificial, se ve el truco del mago, para la ocasión la impostación del actor, y entonces ya no te crees nada. No es, con todo, un filme despreciable, porque es cierto que tiene un tono deliberadamente descuidado, con algún cameraman inusual (ahí es nada, el mismísimo Roger Corman, cámara en mano y con pequeño papel). Afortunadamente no cae en la memez de Dogma, y está claro que Demme es un profesional competente y que escribe sin faltas de ortografía.


Anne Hathaway se revela pronto como un error de “casting”: esa cara de angelico, de niña buena, de no haber partido un plato en su vida, no puede convencer a nadie de que a sus veintipocos años no haya producto lisérgico alguno que no se haya metido en ese cuerpo serrano, ni que sea tan metepata como aquí la representan. Hubiera hecho falta alguien con bastante más poso, más pinta de haber vivido tres o cuatro vidas en pocos años, cosa que la pobre Anne no refleja ni en sueños…



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Duración

113'

Año de producción

La boda de Rachel - by , Mar 31, 2018
2 / 5 stars
Mosca cojonera, tábano, oveja negra, incordio