Pelicula:

Andrzej Wajda, a qué dudarlo, es uno de los más grandes nombres de la cinematografía polaca, a la altura de un Roman Polanski o un Jerzy Skolimowski. Su dilatada filmografía, que abarca desde 1950 a 2016, se caracteriza por un canto nacionalista a su querida Polonia, aunque durante los años setenta y ochenta tomó un sesgo militantemente antigubernamental, formando parte de la resistencia cívica que, comandada por el sindicato Solidaridad, acabaría con la dictadura comunista que sojuzgó a la ciudadanía durante casi cuarenta años. Esos años fueron los de El hombre de mármol (1977), auténtico manifiesto de la lucha anticomunista, seguida de Sin anestesia (1978), El hombre de hierro (1981) y, en clave alegórica con la Revolución Francesa como paisaje, Danton (1982). Recuperada la democracia, Wajda retomaría su filmografía nacionalista, la que le había dado fama en películas como Cenizas y diamantes (1958), La boda (1973) y su obra maestra, La tierra de la gran promesa (1975).

Las últimas décadas no han sido igual de buenas para Wajda, convertido ya en una gloria nacional pero sin el fuelle necesario para seguir a la altura de sus mejores tiempos. Así, aunque realiza algunos buenos filmes, como Katyn (2007), sobre la inicua masacre que los soviéticos realizaron en 1940 contra el desarmado ejército polaco, la estrella del cineasta de Suwalki se puede considerar apagada desde hace años.

Muerto Wajda en 2016, Los últimos años del artista: Afterimage es su última película, la verídica historia de otro grande del arte polaco, el pintor vanguardista Wladyslaw Strzeminski, que fuera ideólogo comunista en su juventud, para después, una vez que los soviéticos establecieron en su país el correspondiente gobierno títere, darse cuenta de hasta qué punto el nuevo régimen, lejos de liberar a las masas, lo que hacía era reprimirlas aún más, y, desde luego, reducir al arte a una categoría subsidiaria que sólo debía servir al fin más “elevado” de la causa socialista. Irreductible en su criterio, el artista fue privado de todo: de su cátedra universitaria, de la posibilidad de ganarse la vida en cualquier trabajo, de sus alumnos y amigos, de la exposición y divulgación de su obra, siendo abocado finalmente a morir prácticamente de inanición. Todo para que capitulara y fuera un artista más (otro) del régimen, que glorificara la dictadura del proletariado, etcétera.

La película es, entonces, un ejercicio de resistencia, la de este hombre que era además inválido (una pierna y un brazo menos, miembros que perdió en una acción bélica durante la Primera Guerra Mundial), héroe a su pesar que moriría en la más absoluta miseria, como un apestado, en un país que, aunque supiera de su grandeza, no se atrevía a defenderlo para no caer en desgracia ante el ignominioso régimen que gobernaba Polonia.

No es una gran película Afterimage. Tiene sus mayores valores precisamente en ese retrato de la resistencia numantina, tan heroica como, a la postre, inútil. O tal vez no: ahora el nombre y la obra de Strzeminski goza de gran popularidad en su tierra y fuera de ella. Wajda es, por supuesto, un maestro en la filmación de películas, y su nervio está presente, aunque no sea una de sus mejores obras. Algunos momentos deslumbrantes, como el plano en el que el pintor, muerto literalmente de hambre, llega a lamer un plato de sopa vacío, o la penúltima y desoladora escena, agonizante el artista en un escaparate ante la indiferencia de los viandantes, confirman la talla de un cineasta extraordinario que, sin embargo, no tuvo en sus últimos años su mejor época.

La película descansa, actoralmente hablando, sobre los hombros de un notable Boguslaw Linda, intérprete habitual en el cine de Wajda, para el que ha hecho, entre otras, El hombre de hierro, Danton y Pan Tadeusz, además de intervenir en el famoso Decálogo televisivo de Kieslowski.


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98'

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Los últimos años del artista: Afterimage - by , Jul 09, 2017
2 / 5 stars
Lamer un plato vacío