Pelicula:

CRITICALIA CLÁSICOS

Disponible en FlixOlé.

La década que va de 1945 a 1955 no fue fácil para Orson Welles, el ex-niño mimado de Hollywood que del encumbramiento y la fama con su emisión radiofónica de La guerra de los mundos y el hito histórico de su Ciudadano Kane, pasó a ver cómo masacraban su segundo largometraje, el también extraordinario El cuarto Mandamiento y empezaba una dura etapa de nomadeo, aunque siempre con títulos interesantes como El extranjero o la excelente La dama de Shangai (éstas todavía con nacionalidad de EE.UU), para enseguida buscar refugio en el universo shakesperiano con Macbeth y Otelo, algo que fue luego una constante en toda su filmografía.

Una etapa en la que Welles se acostumbró a sacar de sus interpretaciones (muy cotizadas) los fondos para poder financiar cintas personales. Y a la cabeza de esas cintas artesanas cabría colocar Mr. Arkadin, rodada durante ocho meses de 1954 y en escenarios de media Europa. En principio contaba con dinero de su valedor francés Louis Dolivet, pero ya en pleno rodaje el galo acusa al director de cambiar la trama, no respetar plazos, rodar sin freno alguno... y termina por quitarse de en medio. Entonces empieza un calvario de pedir dinero a cambio de los derechos de un film todavía en embrión, y de que cada uno de los socios económicos reclamara luego los derechos del film, montándolo a su antojo. ¿Qué ocurre finalmente? Pues que salen versiones no siempre coincidentes de una misma película y hay fuentes que aseguran que hay hasta siete señores Arkadin distintos entre sí, en siete diferentes películas.

Se ha dicho con frecuencia que Orson Welles quiso hacer con su historia de un rico y egocéntrico magnate una revisitación de su inmortal Charles Foster Kane. Pero hay fuertes diferencias entre ambos: Arkadin vive y es él quien quiere reconstruir su pasado a causa de una (¿inventada?) amnesia. En cambio, a Kane lo conocemos en el momento de morir y exclamar "Rosebud", y serán otros los que narrarán el puzzle de su agitada vida. Y como productos fílmicos no tienen nada que ver una película rodada en Hollywood con todos los medios que quisiera su autor, a otra casi mendigada y hecha en ese infinito peregrinaje que citamos antes.

Los diversos coproductores de Mr. Arkadin (franceses, españoles, ingleses, suizos...) aportaron sus actores que estaban bajo contrato y eso explica la presencia de gente famosa y consagrada que aparecen en pantalla (siempre según las versiones), como Michael Redgrave, Mischa Auer, Katina Paxinou, Peter Van Eyck, Amparo Rivelles, Gert Fröbe, Suzanne Flon, además de amigos fijos de Welles, como Akim Tamiroff, Patricia Medina o la joven Paola Mori, que se convertiría durante el rodaje en la tercera esposa de Orson, y que aquí interpreta a la hija y ojito derecho del magnate. El protagonista, obviamente, se lo reserva un Welles, siempre en planos contrapicados para engrandecerlo, con barba y nariz postizas, y pelambrera rizada, que recuerda el aspecto de Jean Marais en cintas de Jean Cocteau...

Pero quien lleva la narración es, sin embargo, el casi desconocido y sólido actor Robert Arden, interpretando a un contrabandista de medio pelo, que al presenciar un asesinato escucha a la víctima, antes de morir, decir el nombre de Arkadin. Así empieza a investigar de quién se trata hasta localizarlo, y será ese personaje quien le encargará reconstruir su pasado, por lo que veremos a Arden lo mismo en Berlín, en Segovia, en procesiones vallisoletanas, en París, en el antiguo aeropuerto de Barajas... recibiendo siempre versiones contradictorias o encontrándose con personajes tan peregrinos como el domador de pulgas (Mischa Auer y su curioso plano de la lupa en el ojo...).

Con escenas tan famosas como las de la rana y el escorpión (la fábula atribuida a Esopo), rodada en un sólo plano, y contada por el magnate en un baile de máscaras, o todo el final con la avioneta a la deriva muestran la maestría de un Welles que no se amilana ante la adversidad de sus pocos medios, unido a una planificación marca de la casa, con grandes angulares, primerísimos planos, o soberbios contrastes tenebristas del blanco y negro, demuestran  que su genio estaba a tope, confirmándolo sólo dos años después con la impresionante Sed de mal en su vuelta a Hollywood, gracias a la imposición de Charlton Heston, de que Welles no fuera sólo actor (como quería la Universal), sino también realizador.

Como es lógico en una producción tan compleja como accidentada, su distribución dejó mucho que desear y su explotación fue escasa, pero la crítica (incluyendo la francesa, siempre influyente) volvió a confirmar su admiración por Welles, el antiguo niño prodigio, un personaje de tanto calado, tan desmesurado y tan especial que bien podría afirmar, como el escorpión de la fábula cuando la rana le echa en cara su falta de lógica, aquello de "no puedo comportarme de otra manera: es mi carácter"...


Mr. Arkadin - by , Jan 08, 2023
3 / 5 stars
Arkadin, con K de Kane