Pelicula:

Cuando Spielberg toca el tema judío, puede esperarse cualquier cosa (parece ocioso decir que es de etnia hebrea, pero lo diremos de todos modos, para situarnos). Puede resultar un filme extraordinario como La lista de Schindler (bien que con dos estrambotes prescindibles, la llantina final del nazi que salvó a miles de judíos y la escenita en el cementerio con los supervivientes poniendo chinitas en la tumba de su salvador), pero también uno decididamente mediocre como este Munich, que pretende revivir los hechos acontecidos en 1972 en la Olimpiada de Alemania, cuando once atletas israelíes fueron asesinados por un comando de la banda terrorista palestina Septiembre Negro.


El nudo de la película, basada en una novela de política-ficción (o tal vez no tan ficción...), es la cruenta venganza que el Estado de Israel, a la orden de aquella mujer de cojones bien puestos que fue Golda Meir (perdón por la expresión machista, pero no veo cómo decirlo de otra forma más políticamente correcta...), planificó y llevó a cabo a través de un agente del Mossad y su equipo, contra los organizadores e instigadores de aquella bárbara matanza. Por supuesto, tratándose de Spielberg en su faceta "seria", no de entretenimiento, hay comedura de coco, con el jefe del comando con sus dudas sobre lo lícito de su actuación y su incertidumbre sobre si su gobierno no lo estaría utilizando para eliminar enemigos no necesariamente implicados en la masacre. El alejamiento de su familia, la pérdida de referentes, terminará cortando de raíz la misión, aunque ya estaba bastante avanzada (léase con varios supuestos implicados asesinados).


El tema es, desde luego, la legitimidad de la venganza, y ése es un asunto vidrioso: estando de por medio, además, la lacerante cuestión del conflicto palestino-israelí, y siendo Spielberg de raza judía, no es raro que le hayan dado leña por los dos bandos; no es mal síntoma, desde luego, que los dos contendientes vean con desconfianza este relato, porque podría querer decir que Steven está en el sitio correcto: "in media virtus", como decía Aristóteles.


Pero no parece el caso, entre otras cosas porque el guión deja bastante que desear; sólo dos perlas, para que se vea hasta qué punto a Spielberg no le han regido bien las meninges: una, el encuentro fortuito en Atenas de los comandos judío y palestino, en la misma casa, saldado con un conformismo por parte de estos últimos, como si no tuvieran los judíos una cara de hebreos más que evidente; y dos, la escena casi final, con el protagonista haciendo el amor con su mujer al mismo ritmo que recuerda, en un montaje paralelo, los momentos concretos de la matanza de los atletas, una escena que, cuando menos, puede calificarse de chocante, cuando no de claramente fuera de lugar.



Munich - by , Sep 13, 2017
1 / 5 stars
Las cloacas del Estado