Pelicula: La carrera, y la vida, de Peter Bogdanovich es seguramente el mejor ejemplo de que en esta vida inteligencia, talento y cultura no tienen por qué ir necesariamente aparejadas con el éxito. Cinéfilo exquisito, intelectual especialista en los mejores cineastas americanos (es legendario su estudio sobre John Ford), Bogdanovich fue un niño mimado de Hollywood en sus cuatro primeras películas, primero con la independiente Targets, y después con las más comerciales La última sesión, ¿Qué me pasa doctor y Luna de papel. Pero, como si hubiera extraviado su pata de conejo o su trébol de cuatro hojas, a partir de entonces Bogdanovich pierde el favor del público y de la crítica, y sus dos siguientes trabajos, Una señorita rebelde y Un largo y definitivo amor, son dos fiascos de taquilla, probablemente por hacer, en plena y escéptica década de los setenta, nada menos que una comedia de época y un musical romántico. Tocado del ala, sus posteriores intentos de remontar el vuelo, aunque estimables (Nickelodeon, Saint Jack, Todos rieron, Máscara), no le devolvieron el privilegio del reconocimiento público. Bogdanovich vuelve con los mismos personajes de una de sus mejores películas, La última sesión, retomándolos veinte años después de los hechos narrados en aquel su segundo filme. Y el cineasta parece descubrirse en una autobiografía camuflada, en la vida y en el rostro de Jeff Bridges, el protagonista, un supuesto triunfador, propietario de pozos de petróleo, pero esencialmente un perdedor, con un negocio en bancarrota y, lo que es peor, arruinada su existencia familiar en la cotidiana inercia del engaño, el hastío, la convivencia insoportable. La aparición de Cybill Shepherd, al tiempo antigua amante del personaje de Bridges y del propio director, subraya aún más la melancólica certeza de que Bogdanovich habla de alguien muy cercano a sí mismo. Pero además el realizador se refleja en el papel de Timothy Bottoms, el joven enamorado del cine, que andando el tiempo empezará a ver películas en el despejado telón del cielo, hermosa alegoría de aquel chico Bogdanovich que soñara, desde las páginas de las revistas en las que escribiera apasionadamente sobre películas, con ser alguna vez uno de los grandes de Hollywood. Aunque Texasville pueda parecer superficialmente una comedia, contiene tanta amargura que el espectador no podrá levantarse de la butaca sin tener la sensación de haber apurado hasta el fondo un cáliz de acíbar. Porque la criptoautobiografía de Bogdanovich es la de las crisis de los cuarenta, el tiempo inmisericorde en el que la juventud se marcha definitivamente, si alguna quedaba, con su escolta herrumbrosa de ilusiones y esperanzas.

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123'

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Texasville - by , Aug 28, 2001
3 / 5 stars
Un cáliz de acíbar