Pelicula: Lo siento: disiento del sentir general crítico, no consiento en unirme a la (pre)sentida corriente nonsense de siempre. The purge no es Apocalypse Now, ni siquiera Casino (por poner dos ejemplos de cinco y tres estrellas, respectivamente), pero no es una película deleznable, de las de cero patatero, como nos han hecho querer ver bastantes de nuestros reputados (y miopes) colegas.

Veamos: estamos ante una distopía con todos sus avíos. Se ambienta en unos Estados Unidos del 2022 (vamos, a escasos nueve años de cuando se produjo, estrenó y se escribe esta crítica), momento en el que unos Nuevos Padres Fundadores (miedo dan las mayúsculas…) han refundado el país instaurando una noche anual, la del 21 de marzo, en la que durante doce horas el Estado, la Ley y la Justicia desaparecen y dejan campar a sus anchas a los ciudadanos para que ajusten las cuentas que quieran. Por supuesto que, como siempre, habrá quienes se puedan permitir unas medidas de seguridad extraordinarias para fortificarse de posibles ataques, y quienes, pobres de solemnidad, serán carne de cañón para el envidioso vecino de la puerta de al lado o para que cualquier descerebrado con el cojinete sádico enhiesto se dé una alegría para el cuerpo, Macarena.

Este planteamiento de una sociedad del futuro en la que se ha erradicado la violencia, salvo en lugares, momentos o circunstancias concretas, se ha llevado a la pantalla en reiteradas ocasiones, en muy diversas formas: en Rollerball (la de Norman Jewison de los años setenta; la posterior versión del siglo XXI fue muy inferior) se trataba de canalizar la violencia a través de un deporte, mezcla de rugby, patinaje, motociclismo y baloncesto, en el que se permitía absolutamente todo para conseguir la catarsis del público; en Perseguido, adaptación de una novela de Stephen King, Paul Michael Glaser ponía en imágenes un concurso en el que varios presidiarios luchaban a muerte por su supervivencia, constituyéndose en un reality que ríase usted del Gran Hermano (bueno, todo se andará…). Algo similar se hizo en Los juegos del hambre y en otros filmes. En cualquier caso, está claro que la temática genérica de The purge no es original, si bien sí lo es su concreción. Ese período que jurídicamente se considera como un limbo es una idea muy interesante. Más aún lo es cuando los protagonistas, que están totalmente entregados a la aberrante tradición de esas doce horas sin ley, e incluso el paterfamilias es el más conspicuo vendedor de seguridad para los riquitos del barrio, sin embargo se vean precisamente en la diana de esa abominación que ellos aplaudían sin ambages.

Un novio no deseado por la familia, un intruso imprevisto, un tiroteo, alguien que desde fuera reclama su presa… Una situación de pesadilla que, sin embargo, plantea el tema de fondo de la película, un dilema moral entre lo que es correcto y lo que no lo es. Que en un filme supuestamente perpetrado para llenar los bolsillos de los productores se cuele, como de rondón, nada menos que una cuestión ética, es como para hacérselo mirar. Claro que The purge, sobre todo en su último tramo, es una agotadora balacera y un surtido variado de higadillos y sangre al por mayor, pero eso no le quita mérito a una propuesta que, partiendo de la abyección del Estado, de su defección como garante de sus ciudadanos, llega a la conclusión de que sólo el ciudadano puede restituir, defendiendo los derechos civiles, la conciencia, la justicia y la paz: casi nada…

Película hecha con pocos medios (su presupuesto ronda los tres millones de dólares, una bagatela en el Hollywood de hoy), sin embargo no se nota en la factura, que resulta como de filme hecho con recursos mucho más generosos; a buen seguro que Ethan Hawke ha debido rebajar su caché para poder hacer esta película, lo que abona la idea de que algo bueno debió verle. James DeMonaco, el guionista y director, tiene en su haber en la primera de esas facetas el libreto de Jack, aquel Francis Ford Coppola menor que, sin embargo, era tan agradable, aunque también tan distante de esta nueva línea argumental. Como director su obra es aún escasa y habitualmente en los procelosos meandros del thriller, pero apunta buenas maneras, sobre todo en la resolución de las escenas de suspense, aunque deberá aprender que no se puede abusar, como hace él aquí en demasiadas ocasiones, del llamado “efecto Séptimo de Caballería” (ya saben: estamos perdidos, esto es el fin… y justo en ese momento aparece el ejército tocando las trompetas, o el amigo con un Magnum del 45 que le revienta las meninges a quien nos va a balear, por ejemplo…).

Mención especial para el papel que hace el australiano Rhys Wakefield, uno de los sádicos más redomados que hemos visto en los últimos tiempos, un individuo que vive por y para hacer daño, para producir dolor, cuanto más mejor, y todo ello con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Ay, si el Marqués de Sade levantara la cabeza, lo nombraría su tataranieto putativo!

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85'

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The Purge. La noche de las bestias - by , Jul 21, 2013
2 / 5 stars
Distopía, una cuestión ética, Sade