Pelicula:

Hay un nuevo cine chileno que viene pegando fuerte. Nombres como Pablo Larraín, director de relieve (además de notable productor, tarea que ejerce también en esta Una mujer fantástica) con films como No (2012) y El club (2015), y que ha hecho su debut también en Hollywood con Jackie (2016); Matías Bize, del que recordamos su desoladora La memoria del agua (2015); Sebastián Silva, que tras el éxito de La nana (2012), se ha especializado en coproducciones con Estados Unidos, en films como Magic magic (2013); Andrés Wood, también productor, habiendo dirigido varias interesantes películas como Machuca (2004) y Violeta se fue a los cielos (2011); y Pepa San Martín, cuyo debut en la dirección con Rara (2016) confirmó que también las mujeres cineastas tienen mucho que decir en Chile.

Sebastián Lelio pertenece a este grupo de cineastas chilenos que empezó a hacer cine tras el final de la ominosa dictadura pinochetista. Las temáticas de este grupo es muy variada, pero hay alguna que recuerda lo habitual en los países recién salidos de dictaduras, la eclosión de temáticas relacionadas con la sexualidad, con todo tipo de sexualidad. Es el caso en esta Una mujer fantástica: una pareja, él, rondando los sesenta y bien situado económicamente, ella con menos de treinta y mujer transgénero; él ha dejado a su esposa hace tiempo para irse a vivir con su nuevo amor; una noche, el hombre enferma, su pareja lo lleva al hospital, donde fallece. Cuando comunica la noticia a la familia del difunto, todo empieza a complicarse…

Lo cierto es que Una mujer fantástica a ratos desconcierta, porque lo que parece ir encaminado hacia una denuncia de la familia tradicional que abomina de las formas del amor que no se ajusten a los parámetros convencionales, sin embargo pronto advertimos que no es así. De hecho, el propio director se encarga de subrayar esa cuestión cuando reiteradamente pone a su protagonista frente a espejos; primero en la calle, frente a un gran espejo que unos operarios manipulan: la superficie especular le devuelve la imagen, pero por mor del viento, esa imagen tiembla, parece como tambalearse; poco después, en su casa, la joven, totalmente desnuda y con las piernas dobladas, tiene colocado un espejito sobre su entrepierna; en esa nueva imagen especular veremos su rostro, justo a la altura del sexo, oculto por el pequeño accesorio doméstico.

Entendemos entonces que el tema del film es más bien la identidad de esta mujer que nació hombre, que se enamoró de un varón que le doblaba la edad, quien encontró el amor lejos de su convencional familia, de su sacrosanta esposa, de su prole déspota y egoísta. Esa identidad se come entonces al que pudiera parecer el tema más evidente, el de poner en solfa la reacción desmedida de la familia del difunto ante la muerte del marido que les permite reconducir lo que para ellos es una vergüenza, pero que no pueden dar cancha a quien, sinceramente, le dedicó su tiempo, su amor, su vida mientras cohabitaron.

El guion, del propio Lelio y Gonzalo Maza, sin embargo, se mueve entre ambas aguas, con excursos que no conducen a nada (la relación laboral de la protagonista en su trabajo de camarera, que no aporta sustancia a la historia; el estridente secuestro –que se queda en nada, afortunadamente— por parte del hijo del muerto y de su camarilla de canallas; las continuas apariciones ectoplásmicas del difunto a la protagonista), en una suerte de indefinición que no contribuye al buen resultado del film. Sin ser una película deleznable ni mucho menos, Una mujer fantástica es inferior a lo que podría haber sido con un guion más sólido, trabajado y congruente.

Lelio como director se desenvuelve con la veteranía de quien ya tiene varios largometrajes en su haber, entre ellos El año del tigre (2011) y Gloria (2012). Irreprochable en este sentido, aunque también un tanto impersonal, la indefinición del film es su mayor enemigo, y las alusiones mágicas relativas al fantasma de la pareja fallecida parecen estar pilladas por los pelos para justificar el título de Una mujer fantástica, además de la cualidad transgénero de la protagonista. Un final inesperadamente feliz puede ser adecuado para insuflar confianza en este tipo de situaciones, pero ciertamente resulta un tanto postizo.

Daniela Vega, actriz transgénero ella misma, de aún corta carrera cinematográfica pero más amplia en el teatro, es también cantante de bel canto, por lo que los fragmentos de ópera que ejecuta durante el film han sido grabados con su propia voz. Hace un trabajo encomiable, si bien es cierto que la indefinición que hemos comentado no le ayuda demasiado a la hora de construir su papel, que en este caso, me temo, se adivina en ocasiones demasiado cercano a su persona, dada la comentada cualidad de transgénero. El resto del reparto se desempeña con normalidad, teniendo en cuenta que con frecuencia tiene que incurrir en un histrionismo que, ciertamente, no se puede decir que sea impostado: ya se sabe que la homofobia no se ejerce precisamente desde la moderación: sería impensable…


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104'

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Una mujer fantástica - by , Oct 21, 2017
2 / 5 stars
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